Epa, epa, epa... ¿Qué pasó que también ponés el 7? Con el mayor de los respetos, gente.
Me refiero a por qué pongo el programa 7 también, si corresponde el 6 ya que el anterior fue el 5 y cualquiera, que conozca mínimamente la
sucesión de números naturales, podrá inferir de manera inteligente (o no) que luego del 5 viene el 6.
Es que hasta ahora estaba poniendo el programa en internet la semana posterior a que salía al aire en
Radio Curva, 99.5 de Salsipuedes. Pero como hay gente que no capta la señal (principalmente por vivir a 700 kilómetros de esta ciudad), he decidido ponerlo el mismo día que va a salir al aire. Claro, como podrán imaginar se me juntan dos programas, y esta es la explicación de por qué dos programas juntos.
¿La semana próxima no subiré el programa? Claro que sí, subiré el 8 (cuando lo tenga).
Por último te comento, si lo escuchás por FM o por internet en directo desde
radiocurva.com.ar, el programa ahora sale, además de los viernes a las 16hs, repitiendo, el sábado a las 18hs.
¡Pero! Tanta explicación que me voy en letras, mejor hablemos del/los programa/s :)
¿Qué hay?
En el programa 6 tenemos narración, dos poemas de
Armando Tejada Gómez, La
Alfombra fuera del Aire (LAFA) y música. Escuchamos un tema del amigo
Lee-o, que nos acerca
VOY.
En el programa 7 la primera lectura de La Edad de Oro, de
José Martí, y de nuevo
LAFA.
Además saludamos al amigo Tebu, que no sólo nos escuchó sino que se animó a comentarnos el programa y pedir saludos. Groso, Tebu.
Pero sin más les dejo los programas y paro de escribir, que esto es radio y no un libro.
SPREAKER
Programa 6
Programa 7
SOUNDCLOUD
Programa 6
Programa 7
Programas anteriores
¿Querés escuchar los programas anteriores?
Ah, ¿no?
...
Bueno, por las dudas que te vengan ganas te dejo el enlace para oírlos.... ;)
Danza de Palabras
Más, más y más...
Les dejo dos bellas cosas para que lean mientras se descargan los programas de Danza de Palabras (bueno, seamos sinceros, se los dejo para que al menos lean esto, aunque no todos lo descarguen).
¡Salute!
Armando Tejada Gómez
Hay un niño en la calle
A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.
Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba
con las primeras luces de mi sangre, vendiendo
una oscura vergüenza, la historia, el tiempo,
diarios,
porque es cuando recuerdo también las presidencias,
urgentes abogados, conservadores,
asco,
cuando subo a la vida juntando la inocencia,
mi niñez triturada por escasos centavos,
por la cantidad mínima de pagar la estadía
como un vagón de carga
y saber que a esta hora mi madre está esperando,
quiero decir, la madre del niño innumerable
que sale y nos pregunta con su rostro de madre:
qué han hecho de la vida,
dónde pondré la sangre,
qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.
Es honra de los hombres proteger lo que crece,
cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,
evitar que naufrague su corazón de barco,
su increíble aventura de pan y chocolate,
transitar sus países de bandidos y tesoros
poniéndole una estrella en el sitio del hombre,
de otro modo es inútil ensayar en la tierra
la alegría y el canto,
de otro modo es absurdo
porque de nada vale si hay un niño en la calle.
Dónde andarán los niños que venían conmigo
ganándose la vida por los cuatro costados,
porque en este camino de lo hostil ferozmente
cayó el Toto de frente con su poquita sangre,
con sus ropas de fe, su dolor a pedazos
y ahora necesito saber cuáles sonríen,
mi canción necesita saber si se han salvado,
porque sino es inútil mi juventud de música
y ha de dolerme mucho la primavera este año.
Importan dos maneras de concebir el mundo.
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle.
Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,
si desciende la niebla como un sapo del aire
y el viento no es ninguna canción en las ventanas,
no debe andar el mundo con el amor descalzo
enarbolando un diario como una ala en la mano,
trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,
golpeándose el pecho con un ala cansada,
no debe andar la vida, recién nacida, a precio,
la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,
porque entonces las manos son dos fardos inútiles
y el corazón, apenas una mala palabra.
Cuando uno anda en los pueblos del país
o va en trenes por su geografía de silencio,
la patria
sale a mirar al hombre con los niños desnudos
y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre
qué historia les concierne,
qué lugar en el mapa,
porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra
la espalda escandalosa de las grandes ciudades
nutriéndose de trigo, vides, cañaverales
donde el azúcar sube como un junco del aire,
uno encuentra la gente, los jornales escasos,
una sorda tarea de madres con horarios
y padres silenciosos molidos en las fábricas,
hay días que uno andando de madrugada encuentra
la intemperie dormida con un niño en los brazos.
Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores
que en París han bebido
por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa
en donde han sorprendido la soledad de frente
y la índole triste del hombre solitario,
en tanto, sus señoras tienen angustia y cambian
de amantes esta noche, de médico esta tarde,
porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo
y ellos son accionistas de los niños descalzos.
Ellos han olvidado
que hay un niño en la calle,
que hay millones de niños
que viven en la calle
y multitud de niños
que crecen en la calle.
A esta hora exactamente,
hay un niño creciendo.
Yo lo veo apretando su corazón pequeño,
mirándonos a todos con sus ojos de fábula,
viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,
un relámpago trunco le cruza la mirada,
porque nadie protege esa vida que crece
y el amor se ha perdido
como un niño en la calle. . .
Versos Sencillos
Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.
Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido.
Mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.
Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!
¡Hay montes, y hay que subir
los montes altos: ¡después
veremos, alma, quién es
quién te me ha puesto al morir!
Mi verso es como un puñal
que por el puño, echa flor.
Mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.
Mi verso al valiente agrada:
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.
Yo quiero, cuando me muera,
sin patria, pero sin amo,
tener en mi tumba un ramo
de flores y una bandera.
No me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor:
¡Yo soy bueno, y como bueno,
moriré de cara al sol!